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martes, 8 de junio de 2010


Recuerdo aquellos bellos momentos en que tú me susurrabas lo mucho que me querías e instanáneamente todo mi ser se derretía frente a ti... aquellos momentos tan perfectos que nada ni nadie los podía superar y que compensaban a todos los malos que sucedían de vez en cuando.
Por muy mal que fuesen las otras cosas, aunque el mundo se derrumbase a mi espalda, un abrazo tuyo me daba fuerzas suficientes para poder afrontar todo lo demás con dos cojones y seguir adelante.
¿Por qué? porque sabía que confiabas en mí, porque aunque no lo hiciese por mí misma, lo debía hacer por ti. No te podía fallar...
...pero lo hice. La razón ganó al corazón y desaparecieron todos esos buenos momentos... mi simpleza por sonreir, mi bondad de niña ingenua e inocente.
Sé que la gente cambia en la vida, pero yo echo de menos esas sensaciones... quizás fuese tonta, simple e infantil, pero, ¿sabes? me hacía feliz.
Y ahora maldigo y vuelvo a maldecir aquel momento en el que se me abrieron los ojos y se me cerró el corazón... solo quiero que me lo vuelvas a abrir.